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domingo, 8 de julio de 2012

El perfil de investigación

Vía: @grjoseluis
Fuente:  El Nacional. Caracas, Venezuela. 

Por: LORENA GONZÁLEZ

Desde hace un tiempo se han discutido en este espacio algunas circunstancias que complicaron la independencia institucional de la actividad creadora una vez que los perfiles de investigación de los museos, en especial los de la capital, se vieron diluidos frente a la soberbia intención ministerial de unificarlos bajo una sola mirada y clausurar con la pátina general de una perspectiva imperial y homogénea la riqueza particular y diversa que proyectaba una lectura abierta de la historia del arte nacional, de su actualidad y sus relaciones con lo global.

Coincido en que era necesario revisar estos perfiles y que en muchos casos algunos debían ajustarse para activar la relación con otras unidades emergentes de la producción artística, como la cultura urbana, las tecnologías recientes, las redes sociales, las culturas ancestrales o los vínculos con la comunidad. Sin embargo, una cosa es analizar y redefinir y otra muy distinta es anular. A esta adversa decisión que tanto ha mermado la producción expositiva se ha unido otro de los complejos reveses de la enredadera visual contemporánea: la creación de museos sin sede con poco personal, los cuales transitan por entre las sombras de este caprichoso caos obligatorio.

Pero ¿qué es exactamente un perfil de investigación y en qué colabora con el progreso institucional? Me atrevería a asegurar que lo más importante de este aspecto es la capacidad que tiene de brindar límites y perspectivas claras al desarrollo de una institución. De su continuidad y profundidad dependen sus destellos, su madurez, su flexibilidad para transformarse y cambiar con los movimientos del afuera, así como su cualidad para asentar puntos de reflexión junto con discusiones teóricas y ganancias vivenciales que nutren la multiplicidad de los aspectos participantes en la vida cultural de un país.

Lo relevante es que la producción expositiva enmarcada en un perfil de investigación le da vida a la columna vertebral de lo que posteriormente será la sistematización y la cristalización de un cúmulo de visiones que se vuelven palpables en la experiencia sensible del espectador.

Lo idóneo, querido lector, es que usted sepa adónde ir cuando quiere ver arte contemporáneo venezolano, pintura renacentista europea, escultura moderna brasileña, grafiti latinoamericano, fotografía decimonónica o arte popular.

Lo peor que le puede pasar a una política cultural es que todo esté confusamente unido y que el visitante se encuentre con propuestas eventuales (buenas o malas) que en lugar de consolidar procesos se desmayan en el marasmo de un "todos con todo que a veces pasa de vez en cuando".

Los museos tienen que crear públicos apasionados, no circunstanciales. De la secuencia de sus lineamientos depende esa contingencia que es la esencia de su estadía en el mundo. El museo debe nutrir el delicado enlace que habita entre el alma de la gente y el arte como lugar de reinvención del sí mismo, y aunque se encuentren degradados por eventualidades políticas y económicas que al lanzarlos al huracán de la crisis los han obligado a ejercitar la supervivencia como objetivo único en lugar de ampliar sus facultades para potenciar la acción combinada del arte, es urgente desandar estos pasos e iniciar el curso de las constantes interrogantes que exige un buen perfil de investigación: ¿hacia dónde queremos ir? ¿Qué se ha logrado hasta ahora? ¿Cómo podemos afirmarnos, cuestionarnos, avanzar?

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