.entrevista
Roldán Esteva-Grillet
"No hay una sola obra nueva
hecha por el bicentenario"
El investigador critica el sesgo político que ha dominado la celebración de la Independencia de Venezuela y subraya que el gobierno actual no construye, tan sólo recupera lo que él mismo ha dejado perder. La exaltación del individuo, advierte, está vetada en la política cultural chavista
TAL LEVY
[Foto: Leonardo Noguera]
"De aquí a cien años quien se ocupe de investigar qué hizo el gobierno actual a propósito del bicentenario de la Independencia de Venezuela, ¿qué podrá reseñar? Nada", así de rotundo es Roldán Esteva- Grillet.
El autor de Las artes plásticas venezolanas en el centenario de la Independencia 1910- 1911 hace un recuento breve de la otra celebración sobre la que tanto indagó: "El primer centenario fue increíblemente popular, se invirtió mucho en arte, en ornato urbano y no había el sesgo político que hay ahora. Como obra pública, se inició el plan de carreteras. El énfasis era modernizar el país.
Hubo congresos, como el de Medicina o el Bolivariano, que no era para hablar de Bolívar, sino de integración de los países bolivarianos para, por ejemplo, equivaler los títulos universitarios o acordar las tarifas del telégrafo. Hubo numerosas iniciativas, incluso privadas, y muchos monumentos y edificaciones nuevas".
Y en el bicentenario, ¿qué se ha inaugurado? "Nada", insiste Esteva-Grillet. "No hay una sola obra nueva que podamos decir que la hicieron por el bicentenario. Éste es un gobierno que no construye, que no hace obra pública. ¿Qué hace? Reinaugura el Paseo de Sabana Grande, muy bonito, pero ya ese bulevar existía, al igual que la plaza Diego Ibarra, donde los buhoneros llegaron incluso a taladrar sus lozas de granito. Sólo hay rescate de lo que se ha dejado perder. Lo mismo sucede con edificios monumentales de teatros y cines que han recuperado. El año pasado hicieron el mástil gigante horrible y ahora en el centro han repintado las fachadas".
—El Gobierno se esfuerza en tejer similitudes entre el tiempo de los próceres y el momento histórico actual. Ese empeño, ¿cómo afecta las artes plásticas?
—De manera nula. No hay artista que se haya tomado en serio la llamada del Gobierno a hacer un arte revolucionario ni patriótico ni bolivariano. La última definición de arte revolucionario que dio Francisco Sesto, el único ministro importante que ha habido en Cultura y que se recordará por sus bufonadas, señalaba que es el arte de las masas. El Gobierno no quiere reconocer que el arte es un producto individual. Su idea del arte es romántica, de principios del siglo XIX, de rescatar una creación colectiva, pero colectivamente no hay creación. Uno de los signos de la civilización, y hablamos de civilización desde Grecia, es el descubrimiento del individuo, del carácter personal de toda creación; que eso pueda después servir a una identificación colectiva es otra cosa.
—¿Se puede hablar de una gestión cultural bolivariana?
—Sí, hay una política cultural, pero yo la llamaría chavista porque el término bolivariano ya ha sido demasiado prostituido. Al no haber contradicción entre lo que propone el Ministerio de Cultura y Hugo Chávez, significa que se interpreta en buenos términos lo que él desearía. Y ¿cuáles son sus deseos? Acabar con el individuo, con la propiedad privada, con el reconocimiento del talento individual; no reconocer los méritos de personas escolarizadas porque se maneja esa idea romántica de que lo más limpio de todo interés mercantil sería lo que viene de la gente menos preparada. De allí la exaltación de las artes populares. ¿Artista popular porque viene del pueblo? Jacobo Borges también viene del pueblo. Nuestros grandes artistas vienen del pueblo en el sentido de que sus orígenes son muy humildes.
—En estos últimos años ha habido en el país una insistencia por forjar una diferencia entre el arte culto y el popular.
—La crítica de arte Marta Traba, en un famoso coloquio en México, sostenía que no había arte culto ni popular, sino arte pues lo que debe examinarse es la calidad y no el origen ni la pretensión. ¿Por qué esa preferencia por los artistas populares? Porque ellos prestan sus obras y quedan agradecidos, se conforman con cualquier cosa. Muchos ni siquiera son profesionales, son aficionados, más fáciles de manipular. El trabajo político que se ha hecho con los artistas populares está condenado al fracaso si se dirige a los que sí tienen conciencia de su profesionalidad y de su ubicación dentro de un mercado artístico. Ningún artista que se respete acepta una subvención, lo que quiere es que su obra sea apreciada y la mejor forma de demostrarlo es que pueda comer gracias a su venta.
Activos a los ochenta. El historiador y crítico de arte señala que la plana mayor del arte venezolano está integrada por creadores octogenarios: Virgilio Trómpiz, Avilio Padrón, Víctor Valera, etc. "Gente muy productiva, no digamos ya Carlos Cruz-Diez. Con esos grandes artistas que fueron la generación de la vanguardia nuestra, ya el artista joven no es como antes que tenía que alimentarse con lo que había fuera. Ese tipo de arte no le interesa al Gobierno, no lo promueve, está desahuciado. Estos artistas no son invitados a exponer y si aparece alguna obra de ellos es porque ya estaba en la colección. Desde hace más de diez años los museos no compran obras de arte actual", afirma un Esteva-Grillet cansado de los "ya enésimos remontajes de la colección".
Según el autor de Para una crítica del gusto en Venezuela, que obtuvo el Premio Conac de Ensayo en 1992, los museos no acuden a las colecciones privadas para sus exposiciones por una razón: "Para no pagar los seguros y no contribuir con el capitalismo. Eso no lo han dicho hacia afuera, pero es una práctica interna".
—Las artes plásticas y la música han sido dos de las grandes expresiones venezolanas. ¿Por qué en este gobierno la una importa tanto y la otra tan poco?
—La una importa tanto porque no la pueden negar, porque los éxitos del Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles vienen de lejos. Hay que aplaudir al Gobierno por haber sido sensato en eso, pero también a la empresa privada que ha apoyado siempre esas iniciativas. El único contacto que tienen los artistas plásticos con el Gobierno es que cada dos años puede salir su número de suerte y ser escogidos para representar al país en alguna bienal internacional. Pero no va uno, sino cuatro o cinco; ahí vale también eso de que no se promueven individuos. Esas selecciones se hacen en función política, son muy arbitrarias, nunca se sabe quiénes la hicieron ni por qué. ¿Por qué no envían a artistas populares? Porque no quieren hacer el ridículo. Sigue habiendo personas allegadas al Gobierno que tienen formación; entonces, salvan la situación pero no pueden imponer sus criterios. En la anterior Bienal de Venecia, Antonieta Sosa era la única que merecía estar allí. Ahora enviaron a tres personas y la única que tiene suficiente trayectoria es Clemencia Labin, pero está representada con el video de la Velada de Santa Lucía que al Gobierno le interesa porque es colectivo. Una salida populista que no significa su obra de arte, la cual no está exhibida. Para conocer su obra individual hay que ir al Centro de Arte Los Galpones.
—Sandra Pinardi ha dicho que la política cultural revolucionaria es colonialista, apuntando a su aspecto ruralizante, que desconoce a la Venezuela moderna.
—Absolutamente de acuerdo. Hay un rechazo a la globalización, a la modernidad. Hay un reclamo del siglo XIX. Los héroes son Cipriano Castro, que era un hombre primitivo, ni siquiera Marcos Pérez Jiménez, que era un hombre moderno, ni Antonio Guzmán Blanco. Hay un retroceso ideológico y una ilusión muy utópica de creer que mientras más atrás vayamos, es decir, antes del surgimiento del capitalismo, que es el feudalismo o el esclavismo, antes del nacimiento del individualismo, se vivía mejor. Hay que ser realista, ubicarse en la sociedad contemporánea, con sus pro y sus contra.
Dejadez a la vista. Pese a todo, Esteva-Grillet, que forma parte de la Asociación Internacional de Críticos de Arte de Venezuela, no pierde la capacidad de asombro frente al abandono, al ver la obra de Lía Bermúdez llena de grafitis o la de Gego con las cuerdas rotas en los espacios al aire libre de Parque Central. "¿Por qué el Museo de Arte Contemporáneo no llama la atención? Bueno, porque es el Gobierno llamándole la atención al Gobierno y entre bomberos no se pueden pisar la manguera".
Alude al que cataloga de reconocimiento sincero por parte del director del Museo de Bellas Artes. "En una entrevista, Rubén Wisotzki dijo que si en seis meses no lograba el público que había antes, renunciaría; es decir, se daría por fracasado. El público que había antes, ese público minoritario, elitesco, quisieran tenerlo nuevamente porque mal que bien era un público. ¿Cuál es el público actual de los museos? Tienen público, pero por los espectáculos gratis, no por las exposiciones", afirma quien trabajó seis años en la Galería de Arte Nacional como jefe de investigación y curador.
—¿Cómo describiría los museos venezolanos?
—Los museos son ahora tumbas del arte, es decir, lo que fueron originalmente en el concepto etimológico de la palabra, que era la tumba de uno de los dioses, donde se guardaban tesoros. El arte actual no está representado allí. Visitar los museos deprime. No hay nada atractivo. No pueden hacer nada, tienen limitaciones presupuestarias. Aunque haya gente preparada dentro todavía, incluso gente nueva que son una excelente adquisición, a veces ex alumnos míos que yo recomendaría, pero qué pueden hacer con toda esa política que reprime y limita las actuaciones. El mismo Juan Calzadilla está en la Galería de Arte Nacional de manos atadas porque todo está sujeto a lo que decidan allá arriba. Para eso no hay dinero y ya está; haga como pueda. La exposición de Luis Guevara Moreno y sus amigos no tuvo ni catálogo.
—Si los museos son los guardianes de la memoria de la humanidad, como ha referido, ¿por qué la limitación presupuestaria?, ¿acaso no interesa toda la historia sino parte de ella?
—Es el problema de un gobierno militarista, nacionalista, populista, que cifra sus ideales en los héroes de la Independencia. No viven en el siglo XX ni en el XXI. Ellos no se identifican con nada. Para ver arte hoy en día hay que acudir a las galerías privadas, donde hay un buen movimiento.
Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.
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