Publicada a las 04:45 AM del 07 de Febrero de 2011 | El Nacional
La curadora asegura que las políticas de inclusión que buscaban poner las instituciones culturales al servicio del pueblo han fracasado porque se han quedado en el puro eslogan. Cree que la ausencia de un plan serio por parte del Estado llevó a los museos a caer en la inercia
CARMEN V. MÉNDEZ
[Foto: Alexandra Blanco]
Sandra Pinardi se mueve entre dos aguas: el pensamiento y las artes visuales. La jefa del Departamento de Filosofía de la Universidad Simón Bolívar, especialista en Estética y curadora de exposiciones, considera que la investigación es, junto con la programación, el motor que hace funcionar a los museos. El abandono del estudio e interpretación de las colecciones y su historia es una de las razones que ha llevado a estas instituciones a la inercia y a su virtual desaparición.
A juicio de la autora de libros como Espacio de ceguera, La comprensión del arte de fin de siglo y La idea moderna de obra de arte, los museos nacionales en este momento sólo existen físicamente como infraestructuras en las que no están dadas las condiciones para indagar o producir pensamiento; tampoco se ha dado una reflexión seria dentro de la cultura oficial para poner el arte al servicio de la gente, una promesa que data de 2004 y que se ha quedado sólo en la intención.
—¿Cuál es el estado de la investigación sobre arte en las instituciones del país?
—Creo que está muy mal, muy abandonada. La investigación en el campo del arte requiere de tiempo y apoyo, y en este momento la urgencia del país y los problemas que tenemos tienden a relegarla.
—Entonces, ¿quienes están escribiendo la historia del arte?
—Creo que en este momento no la está escribiendo nadie. Entre los años ochenta y noventa hubo un intento. En general, la historia del arte no se ha escrito aún. Los historiadores son muy pocos y puntuales: Alfredo Boulton, Juan Carlos Palenzuela, Juan Calzadilla... En cierto momento hubo un esfuerzo de los museos por empezar a ordenar la historia del arte, hacer un registro de los artistas y de los temas, que quedara constancia de cómo ha sido el devenir de las expresiones artísticas en nuestro país, pero eso se canceló completamente y en la actualidad, en el ámbito de los museos, nadie hace investigación y menos historia del arte. Hay mucho prejuicio, es una situación muy poco generosa.
—Sin esos aportes, ¿qué queda de los museos?
—En este momento los museos no existen. Hay unos edificios y unas cosas, pero no existe el interés de producir un discurso, indagar o pensar, ni siquiera el de mostrar. Me atrevería a decir que, dentro del área de la cultura, a las artes visuales les ha tocado la peor parte. Los museos han sido abandonados. Se trató de promover la inclusión, de abrir los museos para el pueblo, pero como la idea no tenía contenido —no estoy diciendo que no estuviera bien— no se sabía exactamente qué era lo que se iba a hacer, se alcanzó el estado de inercia. Los museos son inertes: siempre la misma cosa, una exposición que dura muchísimo tiempo, que no produce discusión ni confrontación ni diálogo, sino que está puesta para estructurar un cierto sistema de inclusiones y exclusiones.
—¿Ese sistema de inclusiones y exclusiones justifica el uso que se le da actualmente al Museo Alejandro Otero?
—Ha habido muchas acciones de emergencia irreflexivas y no sólo en el Museo Alejandro Otero, sino también en el Fuerte Tiuna. No creo posible que en ningún lugar del mundo el centro de defensa de la nación deba ser albergue de damnificados. Es un poco extraño que los refugiados estén en un museo, porque se pone en peligro el patrimonio, pero tampoco es normal que estén en Miraflores o Fuerte Tiuna, incluso por un tema de seguridad nacional. Pero nadie piensa lo que está haciendo y las emergencias se convierten en cotidianas.
—¿Los museos no tienen dolientes?
—Creo que la gente más doliente fue excluida en algún momento y construyó un ámbito paralelo de las artes. Caracas tiene un circuito grande, pero es paralelo porque está hecho por particulares. Es como si te hubieran botado y te hubieras instalado en otra parte. Uno no puede decir que no existe producción artística y cultural porque hay de todo, pero no es como antes, cuando había la estructura estatal. Había una preocupación de los gobiernos y en la actualidad la gestión nace de la preocupación de la gente. Eso estaría muy bien si los espacios pensados para eso no hubieran sido abandonados.
—El público general alega que la contemporaneidad le rinde culto a lo feo, al rancho.
—La estética no es lo bello, ni lo bello es lo bonito. Lo bello es lo que me produce la necesidad de seguir percibiendo. Hay cosas que no son bonitas, pero son bellas porque me obligan a indagar en un cúmulo de ideas. En ese sentido, cuando uno habla de estética no trata el problema del buen o mal gusto. El arte moderno es crítico, se sustenta sobre la idea de mostrarle a los hombres las sombras de la cultura, las partes que la civilización no ha logrado solucionar. Es un arte para despertar en el otro una cierta conciencia de los problemas. Ése es el sentido de los "ranchos" de artistas como Meyer Vaisman, no prima la imagen del objeto sino su intención y la reflexión que produce en el otro. El arte contemporáneo asume una posición política en ese sentido.
—¿Hay un cambio de cánon en el país?
—Vivimos una especie de dos mundos. Hay un gran sector de artistas y pensadores que siguen preocupados por expresar cosas; por otra parte, hay una cantidad de eslóganes políticos con los cuales el espacio público de la cultura intenta transformar el mundo de la creación artística, pero sus actores tienen un problema fundamental: se han quedado en puro eslogan. Hay una ausencia de contenidos que no tienen cuerpo, no se materializan en un proyecto. El arte para el pueblo y la inclusión por sí mismos no nos dicen nada. Les ha faltado justamente lo que a un artista moderno le hubiera sobrado: la capacidad teórica. Creo que la creación artística está un poco marginada porque no es aplaudida ni producida ni señalada por el Estado, la edificación revolucionaria. De todas maneras, históricamente la relación entre artistas y revoluciones no ha sido fácil, por la vocación crítica de mostrar lo que el Estado, la cultura y la sociedad no logran solucionar.
Más ideas que obras
Sandra Pinardi acaba de presentar en Los Galpones el libro La idea moderna de la obra de arte, con la editorial Equinoccio. "En sus páginas intento comprender si el pensamiento acerca del arte y los modos en que éste se produce guardan relación. La investigación me llevó a percibir que la modernidad influyó mucho en la manera de comprender la idea de arte que tenemos. Desde el Romanticismo, el artista desempeña un doble rol: produce la obra de arte y teoriza acerca de lo que éste debe ser. En el arte conceptual, ya en la mitad del siglo XX, encontramos a artistas que parecieran ser más teóricos que productores de cosas. Sus obras son más ideas acerca del arte que objetos artísticos".
En lo único que diferimos de las declaraciones de Sandra Pinardi, es que sí hay personas investigando y escribiendo sobre Historia del Arte, La Universidad de Los Andes tiene una Licenciatura en Letras Mención: Historia del Arte, donde Profesores y Alumnos dedican su labor a escribir la Historia del Arte de Venezuela, además de Contar con una Galería de Arte Universitaria La Galería de Arte La Otra Banda donde se desarrollan proyectos curatoriales y se ha dado la oportunidad a los artistas emergentes o bien consagrados de exponer su producción.
ResponderEliminarCreo que el problema viene dado por la poca difusión o bien el establecimiento de relaciones interistitucionales entre lo que se considera el Centro, en este caso Caracas y la Periferia, que somos todos los que desde el interior intentamos elaborar discursos de la Historia del Arte. Esto nos debe llevar a la reflexión sobre nuestro que hacer como investigadores y la poca atención que se tiene a la producción universitaria.