En medio del silencio cómplice de los artistas y escritores que todavía apoyan al régimen, éste ha desmantelado el Museo Jacobo Borges, institución cultural del oeste de Caracas,
El Museo Jacobo Borges, de Catia, ha sido cerrado. La excelente crónica de Dubraska Falcón, en El Universal, describe el paisaje de escombros a que ha sido reducido el que fuera la infrestructura cultural por excelencia del oeste de Caracas. Lo más asombroso del relato no es la destrucción del museo, finalmente un hito más en el trapiche del régimen, sino el sigilo con que lo abandonó su último director, un tal Miguel Issa, quien con esto ingresa a la historia de Venezuela por la puerta, minúscula y trasera, como enterrador del Museo Jacobo Borges, incapaz de murmurar una frase de protesta o de advertencia al país cuyo patrimonio ha contribuido a desmedrar.El MuJaBo había sido inagurado durante el segundo gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez. En 1989, el entonces gobernador del Distrito Federal, Virgilio Ávila Vivas, concibió la idea de hacer un museo para el oeste de la ciudad y se dirigió a Sofía Imber para que ésta, creadora y gran promotora del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, lo dirigiera. Ya se sabe que quien estaría al frente en su paertura sería su hija, Adriana Meneses Imber.
El 3 de diciembre de 1993, César Rodríguez, gobernador del Distrito Federal, hizo la inauguración parcial del Museo del Oeste, al dejar instaladas algunas salas del proyecto. Cuando las construcciones estuvieron terminadas, la institución fue inaugurada, el 9 de julio de 1995, con el nombre de Museo Jacobo Borges, por el presidente Rafael Caldera, quien estuvo presente en compañía de Asdrúbal Aguiar, entonces titular de la Gobernación del Distrito Federal, despacho que financió las obras del Museo a lo largo del periodo 1989 – 1995, etapa en que en ese mandato fue ejercido por Virgilio Ávila Vivas, César Rodríguez, Antonio Ledezma y Asdrúbal Aguiar.
-La primera evaluación que podemos hacer del impacto del Museo en la comunidad –dijo Adriana Meneses, en ocasión del décimo aniversario de la institución- el número de visitantes que acuden a las salas. Se trata de personas que normalmente no iban a los museos, que sentían que los museos no eran parte de su vida, y ahora vienen a éste. Lo percibimos cuando vamos a Lomas de Urdaneta o a Isaías Medina y los miembros de estas comunidades saben del Museo, sienten que les aporta algo a sus vidas, saben que pueden venir a los talleres y que inclusive nosotros estamos abiertos a experiencias totalmente novedosas como institución cultural. Nosotros entendimos desde el primer día que la cultura debe ser un elemento de transformación social, de mejora de la vida de la gente. Eso lo dijimos cuando abrimos nuestras puertas al público hace diez años. Y, también, que todo ser humano tiene la propiedad de ser un creador; por eso esa frase está inscrita en la entrada de la institución: “Todo hombre es un artista”.
Por su parte el artista Jacobo Borges, figura de fama mundial, dijo en aquella oportunidad que el museo que llevaba su nombre era “un lugar de encuentro no sólo en el sentido de que la gente viene y coincide en sus instalaciones. Es la metáfora del encuentro de las ciudades que conviven en Caracas divididas por una línea invisible.
“Desde el principio, el Museo ha estado animado por la voluntad de ser una cosa diferente, de estar integrado a una comunidad. Con ese criterio, al mismo tiempo que reconoce la particularidad de la zona, admite la universalidad de la cultura, la universalidad del ser, porque la universalidad de la cultura es, simplemente, la del ser. Y el público es igual, nosotros tenemos un público de Catia, popular, algunas veces muy grande, y tenemos un público del este. El Museo ha ido integrando esas singularidades y está contribuyendo a que se encuentren las diferentes culturas de la ciudad, con sus tensiones y divergencias”.
Precisamente eso es lo que el régimen ha contribuido a impedir.
El 3 de diciembre de 1993, César Rodríguez, gobernador del Distrito Federal, hizo la inauguración parcial del Museo del Oeste, al dejar instaladas algunas salas del proyecto. Cuando las construcciones estuvieron terminadas, la institución fue inaugurada, el 9 de julio de 1995, con el nombre de Museo Jacobo Borges, por el presidente Rafael Caldera, quien estuvo presente en compañía de Asdrúbal Aguiar, entonces titular de la Gobernación del Distrito Federal, despacho que financió las obras del Museo a lo largo del periodo 1989 – 1995, etapa en que en ese mandato fue ejercido por Virgilio Ávila Vivas, César Rodríguez, Antonio Ledezma y Asdrúbal Aguiar.
-La primera evaluación que podemos hacer del impacto del Museo en la comunidad –dijo Adriana Meneses, en ocasión del décimo aniversario de la institución- el número de visitantes que acuden a las salas. Se trata de personas que normalmente no iban a los museos, que sentían que los museos no eran parte de su vida, y ahora vienen a éste. Lo percibimos cuando vamos a Lomas de Urdaneta o a Isaías Medina y los miembros de estas comunidades saben del Museo, sienten que les aporta algo a sus vidas, saben que pueden venir a los talleres y que inclusive nosotros estamos abiertos a experiencias totalmente novedosas como institución cultural. Nosotros entendimos desde el primer día que la cultura debe ser un elemento de transformación social, de mejora de la vida de la gente. Eso lo dijimos cuando abrimos nuestras puertas al público hace diez años. Y, también, que todo ser humano tiene la propiedad de ser un creador; por eso esa frase está inscrita en la entrada de la institución: “Todo hombre es un artista”.
Por su parte el artista Jacobo Borges, figura de fama mundial, dijo en aquella oportunidad que el museo que llevaba su nombre era “un lugar de encuentro no sólo en el sentido de que la gente viene y coincide en sus instalaciones. Es la metáfora del encuentro de las ciudades que conviven en Caracas divididas por una línea invisible.
“Desde el principio, el Museo ha estado animado por la voluntad de ser una cosa diferente, de estar integrado a una comunidad. Con ese criterio, al mismo tiempo que reconoce la particularidad de la zona, admite la universalidad de la cultura, la universalidad del ser, porque la universalidad de la cultura es, simplemente, la del ser. Y el público es igual, nosotros tenemos un público de Catia, popular, algunas veces muy grande, y tenemos un público del este. El Museo ha ido integrando esas singularidades y está contribuyendo a que se encuentren las diferentes culturas de la ciudad, con sus tensiones y divergencias”.
Precisamente eso es lo que el régimen ha contribuido a impedir.
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