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martes, 18 de enero de 2011

El Museo de Arte Contemporáneo por LORENA GONZÁLEZ

Imagen de: Mitchele Vidal disponible en: http://imagenes-urbanas.blogspot.com

EL NACIONAL - Martes 18 de Enero de 2011 Escenas/2

Escenas


El Museo de Arte Contemporáneo

LORENA GONZÁLEZ



E n el año 1974 comenzó sus actividades el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas. En alianza con el Centro Simón Bolívar, esta institución se propuso desplegar las dinámicas de un ejercicio de producción del conocimiento que nutriera los espacios del complejo habitacional de Parque Central, engranando una mirada visionaria sobre las relaciones entre arte, vida urbana, arquitectura y ciudadanía. Durante los años ochenta y una buena parte de los noventa este mecanismo rindió sus frutos y convirtió la zona en uno de los principales epicentros de fecundidad intelectual e intercambio artístico del país. Hasta comienzos del siglo XXI, en los registros del MACC se contabiliza un patrimonio de más de 3.000 obras, 700 exposiciones y alrededor de 520 catálogos para reunir la impactante suma de 30 millones de visitantes. Esta cantidad no es extrema si recordamos episodios como las largas colas que a mediados de los años ochenta daban la vuelta a Parque Central para acceder a la inauguración de Fernando Botero, un público ávido y entusiasta que esperaba encontrarse con la obra del maestro colombiano.

Uno de los aspectos más relevantes de la gestión de su fundadora y presidenta, Sofía Imber, fue la aguda perspectiva que tuvo con respecto a la cultura, concebida como un bien para el disfrute, al afianzar la expansión de sus actividades hacia todos los rincones del país. Herramientas como el Maccsibus ­servicio que difundía el arte en comunidades sin posibilidades y en el interior­, junto con proyecciones, publicaciones, afiches y exposiciones itinerantes brindaron a la población el acceso a las ganancias simbólicas de los procesos que construía ese patrimonio.

Marisa Mena comenzó a trabajar en el MAC en el año 1991, luego de completar sus estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Navarra, España.

Aunque por ese entonces en su espíritu prevalecía la vocación docente, el museo le abrió un espectro de nuevas posibilidades que ­como ella misma afirma­ jamás hubiera explorado en su país. Durante el tiempo que permaneció en la institución se desempeñó como correctora y coordinadora de publicaciones; la experiencia allí fue una gran escuela: "Un proyecto terminaba y arrancaban otros; una exposición se montaba mientras se conceptualizaban las siguientes; curadores de todo el país y del exterior nos visitaban; editábamos catálogos, libros, guías didácticas, textos; conocíamos artistas, investigadores; éramos muchos departamentos involucrados con un objetivo y una mística de trabajo común".

En el año 2001 Marisa Mena dejó el museo para convertirse en editora independiente.

Recuerda que cada vez que lo visitaba le invadía un sentimiento intenso de pertenencia, de identidad: "Había algo de mí que ineludiblemente quedó impregnado en esas salas, en esas obras, en esas bóvedas...". Hoy siente que esa emoción se aleja. En la actualidad, tanto para el público como para la gran cantidad de profesionales que se formaron por más de tres décadas en este lugar, reencontrarse con el MAC es una experiencia desoladora. Nuevas relecturas de la colección destacan lo que fue su perfil como institución: profundizar en las estrategias del arte moderno para comprender los caminos de la contemporaneidad.

En las oscuras y deterioradas salas las obras parecen dormir el sueño de sus glorias pasadas, mientras el empleado de seguridad afirma que las lámparas se queman por los bajones de luz y que el fin de semana no hay quien las cambie porque no hay presupuesto para el personal. Si uno necesita información debe acudir en días de semana y fotocopiar las hojitas que están en la entrada, dentro de una carpetita manila.

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