LUIS PÉREZ-ORAMAS
Al venezolano le preocupa el estado de las colecciones
«La situación de los museos
es vergonzosa»
El curador del MOMA lamenta la dispersión del patrimonio artístico nacional. En su opinión, el deterioro de las instituciones culturales es una irresponsabilidad del Estado, que se da justo en el momento en que el resto de América Latina vive un momento de esplendor museístico
CARMEN V. MÉNDEZ
Luis Pérez-Oramas, curador de arte latinoamericano del Museo de Arte Moderno de Nueva York, no puede poner un pie en Caracas sin visitar los museos en los que confrontó a Armando Reverón por primera vez. Sin embargo, las instituciones que alguna vez lo llenaron de orgullo hoy son para él fuente de preocupación, tanto por el tratamiento que se hace de las colecciones como por los textos que acompañan las exposiciones, que a su juicio son erróneos y falsean verdades históricas.
—Los ojos del mundo están puestos en Argentina, Brasil, Colombia, México y Venezuela. ¿A qué se debe el creciente interés que hay por el arte latinoamericano?
—Pienso que todos los eventos tienen muchas causas, no una sola. Son muchas las instituciones museísticas de referencia internacional que están revisando los patrones según los cuales narraban la historia del arte moderno; en muchos lugares se está redescubriendo (y en algunos casos descubriendo) escenas artísticas que no fueron consideradas por esas narrativas en el pasado, entre ellas las modernidades latinoamericanas, que incluyen la venezolana. Por otra parte, hay un momento de eclosión museístico en América Latina del cual lamentablemente Venezuela está excluida. La situación de los museos en el país es simplemente vergonzosa y preocupante, pero en el resto de América Latina, en México, Colombia, Puerto Rico, Brasil, Chile, Perú, Ecuador y Argentina, hay una real eclosión. Se crean museos enfocados creativamente en el arte latinoamericano, así como colecciones públicas, algunas sostenidas por iniciativas privadas, que ofrecen una mirada nueva a la modernidad latinoamericana, en la cual se inscriben muchos artistas del país. Un último elemento a considerar es que ha habido lo que yo llamaría una diáspora de profesionales venezolanos hacia el resto de América Latina y el mundo, entre los cuales me encuentro.
—¿Por qué se siente parte de una diáspora, si a usted no lo botaron de ningún museo?
—Ser parte de una diáspora no implica necesariamente que te hayan botado. Los intelectuales que se fueron de Alemania con la llegada del nazismo lo hicieron antes de que los botaran; lo mismo puede decirse de quienes abandonaron la Italia de Benito Mussolini o la España de Francisco Franco. La diáspora no necesariamente implica que te expulsen; puede darse porque las circunstancias de trabajo en el lugar donde te formaste no son las más propicias. Eso es lo que está pasando; los intelectuales y profesionales venezolanos ligados a los museos, que vivimos un momento de oro de las instituciones culturales nacionales que lamentablemente ya no existe, trabajamos ahora en otros lugares, pero el país lo llevamos con nosotros y lo proyectamos donde estemos.
—¿Aprovechó su estadía en Caracas para visitar los museos?
—Sí, trato de hacerlo siempre. Estuve en la nueva sede de la Galería de Arte Nacional, en el Museo de Bellas Artes y en el Museo de Arte Contemporáneo. Me voy con un gran sentimiento de perplejidad. Creo que hay un momento muy triste en la exposición del patrimonio artístico nacional. Opino que en los museos hay una gran falta de responsabilidad con la comunidad, que tiene que saber que la nación produjo obra; sus artistas se empeñaron en hacerlo brillantemente, y no sólo en los últimos 50 años. En un momento dorado de nuestra historia cultural el Estado hizo colecciones sobresalientes, pero hoy están dispersas por la manera como están exhibidas. Además, los textos que leí en la GAN son políticamente cuestionables; implican un manejo irresponsable de los contenidos, son equívocos y falsean la verdad histórica.
—¿Qué le dejó la retrospectiva de Armando Reverón en el MOMA?
—Me dejó muchas satisfacciones y muchas preguntas. La mayor satisfacción fue que me consideré un elemento dentro de un equipo muy grande, eso es importante decirlo, que hizo posible esa exposición, y fui parte de un proyecto muy grande, que luchaba por ofrecer una visibilidad a la obra de Reverón en el contexto de la modernidad internacional, que un museo como el MOMA pudo darle. También me dejó muchas preguntas, entre ellas cómo insertar en las narrativas canónicas del arte moderno una modernidad diferente como la de Reverón. Luego, en el MOMA ha sido un placer incorporar alguna que otra pieza de Reverón a la colección y llevar su obra a las galerías permanentes. También tuve el gusto de incluirlo en una muestra de arte latinoamericano del siglo XX que organicé para el Museo del Estado de Nueva York, en la que Reverón estuvo al lado de Rufino Tamayo, Wilfredo Lam y Amelia Peláez, que son sus contemporáneos de la décadas de los años veinte y treinta.
—¿Qué otros artistas despiertan su interés en este momento, aparte de la brasileña Lygia Clark, cuya retrospectiva organiza?
—Preferiría no dar nombres. A mí me sigue interesando comprender cómo la modernidad en América Latina fue un intento por producir un contexto nuevo para el arte latinoamericano, y cómo es hoy una referencia de lectura de los artistas contemporáneos. Me interesa descubrir qué queda de la modernidad en la obra de artistas contemporáneos como Jaime Gili, que nos rodea en esta sala de Los Galpones. Hay un sistema consistente de producción contemporánea en América Latina releyendo críticamente el legado moderno. Eso es fascinante.
—Paradójicamente, la cultura oficial le echa tierra al legado moderno. ¿Hay posibilidades de examinar la modernidad, que en el país ha alcanzado el estatus de "promesa incumplida", sin contaminar con la política la discusión?
—Yo diría que no. La modernidad es polémica y los antimodernos existen desde el primer día de la modernidad y van a seguir existiendo. Los que creemos que la modernidad implicó un paisaje muy complejo y creativo y un gran legado humanístico también somos muchos. Creo que el tema será siendo controversial.
Ciudad sin consenso
El deterioro de Caracas como espacio de convivencia es otra de las preocupaciones que se lleva Luis Pérez-Oramas de su visita más reciente. "Me preocupa el espacio escénico de la ciudad. No los peleamos entre todos. Hay gente que hace adiciones imposibles y lamentables a edificios hermosos. Hace falta una cosa por la que el fallecido arquitecto William Niño luchó: una verdadera dinámica para entender la ciudad como la condición de habitabilidad política de la sociedad. Ha habido un momento de deterioro de las obras públicas, seguido por iniciativas incluso oficiales de restauración que hay que reconocer, pero no hay una dinámica colectiva ni un consenso sobre el tema, porque no hay un diálogo".
Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.
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