EL NACIONAL - MARTES 25 DE ENERO DE 2011 · ESCENAS/2
Esto es lo que hay
Artes Visuales
Museo Jacobo Borges
LORENA GONZÁLEZ
Zoraida Irazábal formó parte de la junta directiva del Museo Jacobo Borges desde su inauguración, en 1995. Trabajadora cultural enfocada en el arte como una experiencia capaz de otorgar un beneficio real a la sociedad, compartió con entusiasmo las líneas de Manuel Espinoza, artista, docente, gestor cultural y asesor de varios museos, quien siempre tuvo como norte extender los linderos de la actividad creadora y las posibilidades discursivas de la obra hacia otros territorios. El fomento de estos espacios —que a través de la herramienta educativa lograron que el discurso artístico trascendiera lo contemplativo para gestar nuevas oportunidades vitales en el espectador— fue una acertada práctica que no sólo ejercitó como director de varias instituciones culturales del país, sino que también constituyó una ganancia heredada por muchos de los que trabajaron a su lado, la mayoría de los cuales presidieron los museos venezolanos durante los años noventa.
En este contexto contemporáneo y activo, preocupado por el entorno y sus diatribas, en el que la prioridad era desentramar para el otro esos puentes de lectura y relaciones que la obra de arte trazaba en el ámbito nacional e internacional, nace el Mujabo. Cuenta Irazábal que el reto era múltiple: había que brindar a la población catiense un contacto profundo con lo visual, establecer una conexión que les permitiera apropiarse del espacio, formar parte de él, integrarse a sus salas y a sus exposiciones, ser los protagonistas. Desde los inicios, tanto su directora, Adriana Meneses, como todo su equipo curatorial, museográfico, educativo y gerencial así lo hicieron. El primer paso fue llamarlo Jacobo Borges, en honor de ese crítico e irreverente maestro venezolano originario de Catia.
Durante su ejercicio, este museo completó vivencias estéticas que hoy en día constituyen la avanzada mundial de lugares cuyo norte es enlazar las estrategias del arte contemporáneo con la producción creativa y la acción comunal. Los resultados de estas transferencias simbólicas se encuentran reflejados en exposiciones en las que los artistas profundizaban en el entorno, como Caracas retratada (1995), Cuarta pared (1996) o la controversial Caballo de Troya(1997), colectiva que reflejó la dura realidad del Retén de Catia, e incluía proyectos artísticos de los propios presos. Del mismo modo se dio prioridad a la exhibición de autores del oeste, junto con propuestas de rescate del arte popular en todas sus facetas, así como la invalorable labor desprendida del intercambio educativo que con ahínco se llevó adelante. Había radios comunitarias, talleres literarios, deportivos y musicales, grupos de danza, centros de información, atención para comunidades en situación de riesgo, asociaciones de vecinos, formación en el área editorial y periódicos como el tabloide bimensual Páginas Abiertas, en el que se reivindicaba la memoria y la actualidad de la zona.
En 1997 la comunidad celebró la demolición del Retén de Catia, una de las cárceles más inhumanas de Latinoamérica. En el fuero interno de la institución, que también celebraba, resonaba la afirmación de su esencia: convertir la creatividad en un bien cultural que pudiera otorgar una mejor calidad de vida a poblaciones en conflicto. Hoy las voces directivas de la cultura paradójicamente alaban la miseria y momifican el abandono del pueblo en las salas de los museos, y justifican así su ineptitud para el crecimiento social a través del arte con una perversa exaltación museográfica de la pobreza. Ante la crisis museística, la posibilidad del cierre del Mujabo o la transformación de su perfil, sólo resta preguntar, parafraseando al gran poeta Caupolicán Ovalles: ¿Hasta cuándo duerme usted, señor (ministro)?
Fuente: El Nacional. Caracas, VenezuPerfilela.
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