Otra mirada al término Patrimonio.
hector.cardona@gmail.com
Hablar de Patrimonio es pensar en algún legado, lo que nos lleva a “sentirnos” herederos de ciertas ideas, procesos, hechos y objetos materiales que en nuestro tiempo pueden ser difíciles de “leer” o comprender. Sin embargo, y casi de manera inconsciente pensamos que lo estamos haciendo – como si se tratase de un dogma de fe, no lo discutimos. Estamos seguros que seguimos manteniendo vivas las ideas y las acciones de quienes se nos han mostrado como “ancestros”, “padres fundadores”.
Comencemos por indicar que el término Patrimonio es una construcción de tipo social, no existe en la naturaleza y no está presente en todas las sociedades del mundo; por ende inferimos que es un invento que por convención de un grupo, ha quedado instaurado en algunas sociedades.
Su función primaria es construir una o algunas realidades que sirvan a entidades hegemónicas (sociales y culturales) que, tomando elementos del pasado y agrupándolos en “composiciones”, formulan discursos que sirven a sus fines y propósitos.
Esta visión puede considerar radical y hasta derrotista. Pero basta con considerar algunos antecedentes históricos en la definición de “Patrimonio” para dar un poco nuestro brazo a torcer.
Para “componer” el patrimonio que identifica cierto territorio y época, requerimos aprehender un grupo de referentes del pasado, los cuales generalmente pueden apreciarse en la materialidad (objetos, edificios, conjuntos, centros históricos) o que han llegado a través de las manifestaciones populares tradicionales (rituales, danzas, entre otros). Estos referentes, al ser extraídos de su contexto temporal (tiempo que está fuera de nuestro tiempo) e insertados en la actualidad, crearán una nueva realidad, con otros significados. Podemos hablar de un proceso de re-contextualización.
Sin embargo, para que estos referentes “impregnen” la actualidad, requieren del consenso (distanciándonos lo más que podamos de los métodos museísticos-coleccionistas, pues ellos re-crean de cierta manera la imagen colonial de la imposición), el cual surge de tres fuentes: la naturaleza, la historia y la inspiración creativa (o el genio).
Esta visión tiene su origen en el Romanticismo – la ideología de la Burguesía del S. XIX -, según Prats, pues “… representa una reacción de sinrazón y desmesura frente a la razón y a los cánones ilustrados; del individuo contra el Estado; del liberalismo contra el despotismo ilustrado” (Prats, 2004: 22). Sin embargo, aun cuando el Romanticismo los coloca en escena, la verdadera esencia de estos criterios proviene del hecho que habitan más allá de las leyes del orden social…
Naturaleza = fuerza indómita.
Historia = pasado, el tiempo no controlable.
Inspiración creativa = personajes mitificados, magnificados = Héroes.
Estos tres criterios (naturaleza, historia y genio), delimitan un grupo de referentes que podrían considerarse en un futuro como Patrimonio, es decir, tienen la capacidad de “patrimonializarse”; pero, para que ello ocurra deben legitimarse a través de la búsqueda de consenso entre los diferentes grupos sociales pero, quien estimula principalmente este proceso, es el poder político; el cual es el primer interesado en ofrecer versiones de determinada identidad, es por ello que Prats (2004: 34) lo considera el “principal agente de activación patrimonial, el principal constructor de museos, parques naturales y arqueológicos, de catálogos de monumentos, de identidades”, todo ello basado en un discurso que sostiene su ideología y como supuesto “garante” de las necesidades y decisiones de la sociedad.
Esto vendría entonces a oponerse a la inocente creencia de un “sujeto colectivo” que nombra y selecciona los referentes del pasado para convertirlos en su patrimonio (aquí podemos mencionar como el mejor ejemplo, el proceso de elaboración de los catálogos del I Censo del Patrimonio Cultural Venezolano, del cual podemos ahondar en otra entrega).
Debatamos, por ejemplo, sobre qué grupos o personas tuvieron la tarea de seleccionar los referentes patrimoniales que simbolizan la Independencia; con cuál objetivo y si corresponden con su contexto político, social y económico y principalmente cómo se han re-planteado para adecuarse en este momento específico con el contenido - extenso y profundo – de “Bicentenario” (más allá de suponer que concierne solo al transcurso de 200 años).
Es cierto que las personas pueden estar de acuerdo en grados variables con la patrimonialización de ciertos elementos tangibles o intangibles, pero quien ha escrito el discurso que lo sustenta está contratado por algún grupo de poder para este fin (llamemos, sin ofender, “Intelectuales Orgánicos”; de algo hay que comer). Muere entonces la premisa del sujeto social como creador del patrimonio.
De manera concreta podemos definir que el poder político selecciona, en base a su ideología, una serie de referentes dentro del reservorio conformado por símbolos del pasado, los cuales debieran poseer los tres criterios antes mencionados (naturaleza, historia y genio), pasa a construirse un discurso identificado (traducido) con el contexto actual, con un lenguaje y medios apropiados que legitimen su selección, pero transfiriendo la responsabilidad a la sociedad y procurando un “uso social” (retorno) para el mismo.
No obstante, el poder político formal no es el único capaz de activar patrimonialmente un referente del pasado. En menos escala grupos considerados no alineados, pueden lograr activar ciertos procesos, principalmente para constituir discursos basados en ideologías que confrontan al grupo dominante. También puede presentarse que organizaciones no gubernamentales logren la activación de cierto referente, pero se podrá percibir la permeabilización de ideologías dominantes en ellas.
Hay un grupo que sigue en importancia al poder político en cuanto a proceso de activaciones, y es el poder económico, el cual logra hacerse de porciones de la identidad para ser utilizadas en el campo de lo turístico. Lo cual podría ser criticable desde ciertos puntos de vistas, pero inevitable en la consecución de usos del patrimonio; porque NADIE activa sus referentes patrimoniales sin algún provecho (y sin proponerse el mostrarlo al exógeno). Sin embargo me permito solo mencionarlo pero no ahondar por los momentos.
Es necesario aclarar, para los más apasionados en el tema, que el simple hecho de activar y consensuar, genera también diferentes versiones de esta identidad, lo cual puede percibirse mejor en aquellos referentes que se soportan en la materialidad, de allí que se establezcan confrontaciones entre los grupos o dentro del mismo grupo a diferentes niveles. Un ejemplo válido de esto último lo encontramos en las comunidades afrodescendientes de la parroquia Caruao, en el litoral central venezolano; donde los habitantes de la misma olvidaron su pasado esclavo y africano, a pesar de existir referentes que ubican a sus antepasados en las antiguas haciendas coloniales, luego pueblos de esclavos libres y ahora las comunidades actuales (para mayor referencia: http://antropologia-caruao.blogspot.com).
Quisiera terminar aclarando que estas ideas nacen de las posturas y visiones críticas que a veces nos permitimos (y que debiesen ser más frecuentes) ciertos científicos sociales, en este caso los antropólogos.
¿Por qué la antropología?
Simple, porque el proceso de activación de referentes patrimoniales denotan: la dinámica social, las diferentes versiones o niveles de la identidad o identidades, las formas “sociales” de legitimación, las relaciones de poder, la construcción de discursos para sustentar ideologías y la manera en que se expresan simbólicamente. Todos esos aspectos pertenecen al campo de la antropología y deben poder ubicarse en el estudio del patrimonio cultural.
Ahora bien, el asunto no pinta fácil, porque como he mencionado hay que comenzar por re-definir conceptos básico como el de patrimonio y uso social; incorporando otros nuevos como “uso público” y diseñando métodos que sustentes estos usos, no solo frente a los grupos sociales, sino frente a las teorías antropológicas.
Ello puede resultar una empresa titánica en un contexto como el venezolano, donde las bases epistemológicas, académicas y técnicas no están preparadas para construir un discurso que sustente el liderazgo de nuestra disciplina en el abordaje de los procesos de conformación de identidades a partir de la activación patrimonial; sumado a las constantes renuncias de método que debemos hacer antes las premuras institucionales que se han comprometido con activar ciertos referentes (inaugurar, re-inagurar, re-activar, devolver al pueblo) para venia de la población, enmarcados generalmente en momentos de gran presión política.
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Bibliografía
Prats, Llorenç (2004) Antropología y Patrimonio. Editorial Ariel. Barcelona. España.
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