DUBRASKA FALCÓN | EL UNIVERSAL martes 7 de diciembre de 2010
Colchonetas, sábanas y almohadas tomaron las seis salas del Museo Alejandro Otero para acoger a los damnificados (Oswer Díaz/archivo)
Los trabajadores del Museo Alejandro Otero, ubicado en La Rinconada, tuvieron que desmontar el domingo las obras que se exhibían en las seis salas de la institución. Una por una fueron embaladas y bajadas a las bóvedas del museo. Piezas de Gego, Alejandro Otero, Piet Mondrian, Sigfredo Chacón abandonaron las paredes. La orden dada por el ministro de Cultura, Francisco Sesto, era clara: dejar las salas vacías, pues los 350 damnificados que dejaron las lluvias torrenciales en el sector La Pedrera de Antímano llegarían en horas de la mañana del lunes para ocuparlas.
"Las imágenes eran dantescas", opina uno de los trabajadores del MAO que no quiso revelar su nombre por miedo a represalias. "Todos lloramos el domingo mientras íbamos quitando las obras. El museo acaba de dejar de funcionar de manera conceptual. Y los proyectos expositivos han quedado paralizados", agrega.
Hasta la semana pasada la institución museística había prestado algunos espacios como centro de acopio. Pero la historia cambió desde ayer. Aunque los ingenieros que supervisaron la sede le recomendaron a Francisco Sesto que la institución no debía funcionar como centro de acopio, otra fue la decisión.
La casa del arte y la cultura, que durante más de tres años ha tenido problemas con el aire acondicionado y que cuenta apenas con dos sanitarios, se convertirá hasta nuevo aviso -"no se sabe hasta cuando", apunta el trabajador de la institución- en el hogar de unas 350 personas, madres y padres de familia que todas las mañanas tienen que salir a cumplir con sus jornadas laborales, con sus respectivos niños.
Así que las salas, diseñadas para albergar las obras más representativas del arte contemporáneo venezolano de la primera mitad del siglo XX, albergan ahora colchonetas y sabanas.
"Nadie se negó a darles apoyó. Íbamos al Poliedrito a ofrecerles talleres recreativos. Pero aquí no contamos con la capacidad técnica para resolver esa contingencia. No tenemos aire acondicionado y aquí hay hasta mujeres embarazadas", dice otro de los trabajadores que guarda también con recelo su nombre y apellido.
"¿Cómo se le ocurre a alguien pensar que los museos, en donde se encuentra el Patrimonio de la Nación, puede servir de vivienda para los damnificados? ¿En qué parte del mundo se ve eso? Se deben habilitar otros espacios, pero no el museo", opina otro trabajador, quien dice haberse sumado con muchísimo placer a la tarea de ayudar a los hijos de los damnificados con tareas dirigidas y actividades de recreación.
Y no es el único museo que fue convertido en centro de daminificados. Las imágenes de colchonetas, sábanas y almohadas que yacen en el piso se repiten en las instalaciones del Museo Jacobo Borges, ubicado en Catia.
Ya las lluvias le habían pasado factura a la Galería de Arte Nacional la semana pasada, pues el agua que baja por la avenida México ha logrado colarse en la institución. Y también en el Museo de Bellas Artes, donde las goteras se hacen cada vez más evidentes con la llegada de las lluvias.
"Las imágenes eran dantescas", opina uno de los trabajadores del MAO que no quiso revelar su nombre por miedo a represalias. "Todos lloramos el domingo mientras íbamos quitando las obras. El museo acaba de dejar de funcionar de manera conceptual. Y los proyectos expositivos han quedado paralizados", agrega.
Hasta la semana pasada la institución museística había prestado algunos espacios como centro de acopio. Pero la historia cambió desde ayer. Aunque los ingenieros que supervisaron la sede le recomendaron a Francisco Sesto que la institución no debía funcionar como centro de acopio, otra fue la decisión.
La casa del arte y la cultura, que durante más de tres años ha tenido problemas con el aire acondicionado y que cuenta apenas con dos sanitarios, se convertirá hasta nuevo aviso -"no se sabe hasta cuando", apunta el trabajador de la institución- en el hogar de unas 350 personas, madres y padres de familia que todas las mañanas tienen que salir a cumplir con sus jornadas laborales, con sus respectivos niños.
Así que las salas, diseñadas para albergar las obras más representativas del arte contemporáneo venezolano de la primera mitad del siglo XX, albergan ahora colchonetas y sabanas.
"Nadie se negó a darles apoyó. Íbamos al Poliedrito a ofrecerles talleres recreativos. Pero aquí no contamos con la capacidad técnica para resolver esa contingencia. No tenemos aire acondicionado y aquí hay hasta mujeres embarazadas", dice otro de los trabajadores que guarda también con recelo su nombre y apellido.
"¿Cómo se le ocurre a alguien pensar que los museos, en donde se encuentra el Patrimonio de la Nación, puede servir de vivienda para los damnificados? ¿En qué parte del mundo se ve eso? Se deben habilitar otros espacios, pero no el museo", opina otro trabajador, quien dice haberse sumado con muchísimo placer a la tarea de ayudar a los hijos de los damnificados con tareas dirigidas y actividades de recreación.
Y no es el único museo que fue convertido en centro de daminificados. Las imágenes de colchonetas, sábanas y almohadas que yacen en el piso se repiten en las instalaciones del Museo Jacobo Borges, ubicado en Catia.
Ya las lluvias le habían pasado factura a la Galería de Arte Nacional la semana pasada, pues el agua que baja por la avenida México ha logrado colarse en la institución. Y también en el Museo de Bellas Artes, donde las goteras se hacen cada vez más evidentes con la llegada de las lluvias.
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