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lunes, 9 de mayo de 2011

"Hay que reconectar a los ciudadanos con la piel de la ciudad"

EL NACIONAL · DOMINGO 08 DE MAYO DE 2011 · SIETE DÍAS/1


GUILLERMO BARRIOS



"Hay que reconectar a los ciudadanos
con la piel de la ciudad"
ENTREVISTA


El arquitecto rechaza la "ideologización del espacio público" y dice que Caracas está a la cola de sus pares latinoamericanas


EL NACIONAL · DOMINGO 08 DE MAYO DE 2011 · SIETE DÍAS/4

entrevista

Guillermo Barrios





"Hay una ideologización del espacio público"



El académico alerta que Caracas está a la cola de sus pares latinoamericanas desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico. Destaca que una urbe en la que la falta de planificación ha sido sustituida por invasiones forzosas de predios, expropiaciones, confiscaciones, está condenada a la miseria

TAL LEVY

Cuando el Presidente dijo "¡Busca tu galpón!", Guillermo Barrios no lo podía creer. Frente a la crisis habitacional, ¿ése era su mensaje? "Un galpón está concebido para agolpar cosas. El problema no es depositar a la gente, sino satisfacer la necesidad de vivienda con un sentido plenamente humanístico", replica el decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV. 

"Veo mi ciudad con mucha tristeza porque la falta de planificación ha sido sustituida con invasiones forzosas de predios, expropiaciones, confiscaciones, y una ciudad que trate de ser realizada a partir de esas estrategias está condenada a la miseria", asegura sin caer en pesimismos, sino más bien como quien está convencido de la importancia de dar la voz de alerta. 

—El Gobierno prometió 2 millones de viviendas, ¿es eso viable? ¿Qué consecuencias puede tener la construcción de viviendas en lugares expropiados y que no son adecuados para tal fin?
—Vemos muchos anuncios rimbombantes y muy pocas realizaciones efectivas. Estos anuncios que buscan dar respuesta rápida, sin conectar procesos, tienden a fracasar estrepitosamente. Esto es preocupante porque la vivienda es la necesidad más sentida por la familia venezolana. No es posible que se piense en la vivienda como ovnis que aterrizan en un terreno sin que se mida su efecto sobre la calidad de vida de los vecinos que ya viven allí, porque genera un problema de tránsito, de demanda de servicios, etc. 

—¿Qué piensa de la Gran Misión Vivienda Venezuela?
—La veo con reserva porque es una misión más, como la Villanueva, inscrita en este clima de imposibilidad de cumplimiento porque se trata de políticas invertebradas. 

—¿La Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UCV ha sido consultada en alguna ocasión?
—La Facultad es un gran faro que observa la realidad. Nuestro papel no es producir soluciones, sino conocimiento, que es la base de cualquier solución. Hemos tratado de acercar nuestro repositorio inmenso de documentos de reflexión al Gobierno central. Cuando hay una relación nutritiva y sólida entre la academia y el Gobierno, hay logros de por medio. Con la Gobernación de Miranda, por ejemplo, trabajamos el proyecto de la Escuela de Constructores Populares. Si 70% de las viviendas en Venezuela la ha hecho de manera independiente la gente, hay que verter en ella conocimientos para que las hagan mejor. 

—Habla de la Escuela de Constructores Populares y el Presidente acaba de anunciar el impulso de las Brigadas de Constructores Populares. 
—Pero hay una diferencia de lenguaje; son dos mentalidades. Desde la UCV nos enaltece hablar de escuela y no de brigada, término tomado de la cultura militar, porque nosotros promovemos una cultura de paz, de promoción del saber. 

—En la zona donde removieron la taza de Nestlé y el globo de Pepsi abundan los edificios con pintadas del Seniat, del CNE, etc., sin contar con la proliferación de murales propagandísticos oficiales. ¿Asistimos a una suerte de ideologización del espacio público?
—Absolutamente. Yo celebré que despejaran los edificios de esos parapetos que minimizaban sus valores arquitecturales, pero no se me escapa el hecho de que al lado de esta obsesión por desvanecer una señalética clásica de las ciudades, ligada a la promoción y a la publicidad de los productos, haya una insistencia en presentarnos grandes pendones. Hablan de una realidad de photoshop, que creo estamos presenciando, en la que las cosas que no se hacen se nos muestran en grandes pancartas de salida digital. He visto complejos carcelarios ejemplares anunciados en vallas en las carreteras y, en cambio, tenemos una estructura penitenciaria vil. En Sabana Grande se le ha quitado el anuncio a todas las tiendas, lo que ha generado desorientación en el público. Es como un enmudecimiento de la ciudad, descrito con anterioridad en el universo del arte. Alexander Apóstol, en algunas de sus obras, había sellado la fachada de los edificios dejándolos ciegos, mudos, ajenos al viandante. Es muy interesante cómo desde la producción cultural se prevén momentos por venir, comoPandemónium, la capital del infierno (1997), de Román Chalbaud, que es una profecía de la ciudad que se desató a partir de entonces con torres como la de David habitada de manera salvaje. 

—Más allá de la ubicación en el entramado urbano, ¿cómo afecta a la fisonomía de la ciudad la retirada de rótulos identificativos en los comercios del municipio Libertador?
—Para una persona de mi generación, la pérdida de esta visualidad de los anuncios no puede ser fácilmente digerida. Estos anuncios hacían de marco ideal para vías no sólo señaladas como principales por la calidad de sus construcciones, sino también por la magnificencia de sus avisos. Con la pérdida de ese imaginario visual, estamos degradando parte del patrimonio. En vez de ser la ciudad cada día más luminosa, como todas las urbes del mundo, la nuestra se acerca a una especie de escenografía deCaligari, de 1919. Cuando cambia la señalética publicitaria, de factores independientes a ser una señalética del poder dominante, que fue lo que pasó en La Habana, hay una ideologización del espacio público por la preeminencia del mensaje político, que trata de uniformar la conciencia ciudadana, y también por la toma literalmente de partidarios de una ideología que se asientan en lugares como la plaza Bolívar, donde con sus comportamientos cuartelarios, sus uniformes y gestos sigilosos, de supervisión, generan un ambiente tenso. 

—De paradigma de la modernidad, Caracas ha cambiado de faz. ¿Padece de un problema de identidad arquitectónica?
—En 1954, el gran maestro de la arquitectura moderna Gio Ponti declaró a Caracas como la capital de la modernidad y proponía que aquí, junto con Berlín, pudieran ensayarse grandes obras arquitectónicas. Pero las identidades no son signos indelebles, sino que se transforman y muchas veces hasta desaparecen. Estamos ante el peligro inminente de una desidentificación de la ciudad con su propio patrimonio moderno, expresado no sólo en volúmenes de edificios, sino en la constitución del tejido urbano. La ciudad alcanza una anomia crítica. En algún momento escribí que Caracas estaba quedando como un parque de ruinas contemporáneas que se iban uniendo y que la avenida Bolívar, pensada por Maurice Rotival como la gran vía magna que anunciaba la nueva metrópoli, era ya a mediados de los años noventa un espectáculo dantesco, donde se sucedían edificaciones a medio hacer o a medio destruir. Llama la atención la imposibilidad del Estado de finalizar obras. Brasilia fue hecha en apenas cinco años y aquí llevamos como siete años reconstruyendo la Torre Este de Parque Central. 

—¿Qué le hace falta fundamentalmente a Caracas?
—Un plan de desarrollo metropolitano, acciones concertadas, para evitar esa tendencia a lo operativo, a lo espasmódico, aislado. Si comparo a Caracas con sus pares latinoamericanas, está a la cola desde el punto de vista arquitectónico y urbanístico. Ciudades que eran impensables desde la calidad de vida como Medellín, Bogotá, Lima, Guayaquil y Quito, hoy pueden ofrecer en sus espacios públicos actividades para la gente, seguridad. Hace falta convertir a Caracas en un tema de reflexión, en un motivo para el afecto. Hay que reconectar a los ciudadanos con la piel de la ciudad. 



Fuente: El Nacional. Caracas, Venezuela.

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