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martes, 18 de enero de 2011

Catia se queda sin museo

DUBRASKA FALCÓN |  EL UNIVERSAL domingo 16 de enero de 2011
 
 En el Museo Jacobo Borges se expusieron obras de Arturo Michelena, Alfredo Boulton, Jacobo Borges y Miguel Rio Branco sobre la niñez abandonada. Y se mostró el proyecto "El Barril, estética del petróleo" que encabezaba el Goethe Institut Caracas. (Fotos: Paulo Pérez Zambrano/Jorge Santos/Archivo) 
 
La historia del Museo Jacobo Borges no acaba precisamente con un final feliz. Luego de contar, durante 16 años, capítulos que enamoraron a la comunidad de Catia, la institución museística pasa a formar parte -de manera arbitraría, según los trabajadores del museo- de la narración que escribe la Universidad Nacional Experimental de las Artes.

El Jacobo Borges comienza a escribir su historia en el año 1986, cuando se decreta la creación del Museo del Oeste como respuesta a la necesidad de la colectividad de ese sector, que estaba alejado del circuito cultural. En 1993 es creado y para 1995 el museo se funda y pasa a llamarse Jacobo Borges en honor al artista venezolano que nació en Catia.

Antes de abrir sus puertas la institución no tenía entre sus planes brindar una política cultural dirigida a la comunidad. En papel, la institución estaba concebida como un museo tradicional. "La gente no quería un museo dentro del Parque del Oeste", asegura Adriana Meneses, ex directora del museo, quien por ahora no desea hablar de la situación que rodea al Jacobo Borges. "Ellos querían un polideportivo. Nos decían que no iban a poder hacer nada con una sala en la que tan solo se guindaban cuadros. Así que decidimos cambiarle el sentido al museo. Cuando abrimos se convirtió en un museo para la comunidad", asegura.

Así, desde 1995, la comunidad de Catia no solamente pudo entender qué se hacía con los cuadros guindados de la pared, sino que además comenzó a formar parte de esas obras; bien sea porque creaba piezas o porque era la inspiración de los creadores que exponían en la institución.

"La política cultural y el perfil del museo se centró en la comunidad. Nuestra meta era el museo al servicio de la comunidad. A ella iba nuestra línea de acción. Queríamos unir la parte museográfica a los aspectos sociales. Por eso implementamos los talleres. Estos no fueron vinculados solamente a las artes plásticas, también dictábamos talleres de capacitación laboral", asegura Meneses.

De esta forma el museo comenzó a participar en áreas que no tenían injerencia en su razón de ser. "Una vez al año nos reuníamos en la junta directiva, de la que formaban parte dos personas de Catia, para decidir un tema. Trabajamos en todas las áreas: en investigación, en talleres, en educación, en museografía. Por ejemplo, el Retén de Catia. El Jacobo Borges era la transformación y la mejora de la comunidad a través de la cultura y las artes", recuerda.

El museo inauguró sus salas con la exposición Lo humano en Jacobo Borges y en la pintura venezolana, en honor al maestro Borges.

"Jacobo se vinculó mucho con el museo y con Catia. Nos reuníamos para analizar las necesidades de la comunidad. Siempre opinaba sobre la programación del museo. Fue un apasionado. Formamos, de verdad, un equipo comprometido con la comunidad y el museo", recuerda Adriana Meneses.

En este marco hubo exposiciones que retrataron a Catia. Por ejemplo, el artista, arquitecto y cineasta chileno Alfredo Jaar entregó mil cámaras a la comunidad para que ellos fotografiarán su entorno. El resultado se mostró en la exposición Cámara Lúcida. También se realizó la exposición de más de 200 imágenes en blanco y negro sobre El Mercado de Catia: entre miradas; y la exhibición Catia, Miradas Múltiples que buscaba recuperar la memoria visual y vivencial del Parque del Oeste.

Además, se hicieron muestras como Niños de la Calle, curada por Ariel Jiménez, quien trató el tema de la niñez abandonada en Catia; y la exposición Dallas-Caracas en la que el español Jaume Plensa fotografió cocinas de Caracas.

Pero quizás una de las exposiciones más resaltante fue Caballo de Troya. La exhibición buscaba mostrar la cultura carcelaria del Retén de Catia. Ahí más de 18 artistas, incluyendo a Borges, trabajaron con los presos. Hasta se dictó un taller de video en el que los presos manejaban las cámaras.

Hoy la historia es otra. Tres de las salas que antes estuvieron llenas de arte y comunidad están desmanteladas. El museo perdió la colección que tanto le costó construir. Sin duda, otro lápiz tomó las riendas de esta historia... y escribió un final desgarrador. 

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